El consumo de drogas sigue representando un problema de salud pública importante en las Américas. Los formuladores de políticas en los niveles más altos se enfrentan a un fenómeno cada vez más complejo, dinámico y multicausal que genera efectos negativos en la salud, la convivencia social, la seguridad ciudadana, la integridad de las instituciones democráticas, el desarrollo y las actividades económicas de los países de la región. Su costo es político, económico, social y ambiental.
Aunque cualquier persona puede consumir drogas, solo una parte de la población desarrolla una adicción que afectará varias áreas de su vida. Esta no hace distinciones entre estratos socioeconómicos, género, raza, ni edad. Entonces, ¿cómo se desarrolla?
El lado humano
Numerosas investigaciones realizadas durante las últimas dos décadas han tratado de determinar cómo comienza el abuso de drogas y cómo progresa, demostrando la complejidad de este problema y de la gran cantidad de factores protectores y de riesgo involucrados.
Sin embargo, gran parte de la sociedad no comprende esta enfermedad y piensa que padecer una adicción a las drogas es consecuencia de un consumo voluntario, reiterado y sin freno ─“consumen porque quieren”, “no merecen ayuda”, entre otros. Esta percepción repercute sobre las víctimas y sus familias en aspectos como enfrentar dificultades para acceder a servicios de salud y hasta su reinserción social.
Pero imaginemos que el camino hacia un consumo problemático de drogas empieza en un tablero, al azar, como un juego. A lo largo de la vida y de sus etapas, hay una serie de factores y circunstancias, a menudo fuera del control de la persona, que propician el consumo y la dependencia, alterando la trayectoria de vida.
El camino hacia la dependencia
Nuestro juego ficticio muestra dos caminos de vida, uno marcado por factores de riesgo y otro por factores protectores. La vida transcurre y las personas se encuentran caminado por un camino o por el otro, o, según el momento, cruzando por ambos. Mientras más tiempo la persona haya transitado el primer camino, más probabilidad tendrá de consumir y caer en una adicción.
Existen factores de riesgo psicológicos como estrés, ansiedad, depresión, rasgos de personalidad como alta impulsividad, entre otros problemas de salud mental. También influyen factores de riesgo contextuales, incluyendo problemas familiares o de relaciones interpersonales y exposición a la pobreza y violencia. Ambos ejercen un peso determinante sobre el camino de un individuo que comienza a usar sustancias. Por otro lado, los factores genéticos también influyen sobre el camino del uso de sustancias hasta la adicción. Ciertas características del cerebro pueden hacer que alguien sea más vulnerable a las sustancias adictivas que la persona promedio.
La combinación de estos factores muestra que padecer una adición no es responsabilidad exclusiva de una persona. Más bien, la persona puede ser víctima de una serie de circunstancias biológicas, psicológicas y sociales, y, por tanto, no debería ser juzgada, criminalizada, ni marginada por esta enfermedad.
Un enfoque de salud pública y derechos humanos
Hasta hace poco, las políticas públicas destinaban pocos recursos para atender a las personas con esta enfermedad, centrando los esfuerzos en la reducción de la oferta y el tráfico de drogas.
Por este motivo, en la Sesión Especial de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (UNGASS 2016) se consolidó la necesidad de incluir el enfoque de salud pública y derechos humanos en las políticas de drogas. El documento resultante, aprobado por unanimidad por Estados Miembros, reconoció que “la adicción a las drogas es un trastorno de salud multifactorial complejo y caracterizado por una naturaleza crónica y recurrente, que es prevenible y tratable, y no el resultado de un fracaso moral o un comportamiento criminal”.
Políticas integrales centradas en la persona y no en la droga
Los gobiernos de América Latina y del Caribe, con el apoyo de actores clave como la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la Comisión de Drogas CICAD/OEA, la sociedad civil y ciertos programas de cooperación como COPOLAD, ya están formulando políticas integrales con este enfoque. El abordaje integral se centra en la prevención, intervención temprana, tratamiento, rehabilitación y reintegración social, así como en el fortalecimiento de la gestión de los sistemas de salud y en la reducción de las consecuencias adversas relacionadas con el consumo.
Un ejemplo es Argentina, cuya Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas (SEDRONAR) se ha enfocado en situar a la persona en el centro y trabajar desde una visión social para recuperar su salud, su integridad social y sus derechos. Además, la política toma en cuenta el contexto local y actúa de manera multidisciplinaria e intergubernamental para optimizar recursos.
El Día Internacional de la lucha contra el uso indebido y el tráfico ilícito de drogas, celebrado cada 26 de junio, es un buen momento para centrar el debate político y social en cómo humanizar a la adicción, para así garantizar la atención y recuperación de la persona.
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